¿El peridismo digital 'canibalizará' la prensa escrita?
Por uno de esos avatares en que uno se ve sumido en Internet leo en un despacho de la agencia de noticias China Xinhuanet ( hay versión en castellano) que los japoneses dedican más tiempo a ver noticias en Internet que a leer periodicos.
Al parecer por termino medio dedican 37 minutos al día a navegar por la Red, mientras que dedican 31 a la prensa escrita, según informe del Instituto Nacional de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
Estos promedios quedan aún lejos del tiempo dedicado a la televisión: 3 horas y 31 minutos. Aunque se observa que estamos en un juego de suma cero, pues navegar por Internet roba tiempo de lectura y de 'contemplación'.
Los internautas como es de esperar son sobre todo los adolescentes, que dedican una media de 108 minutos al día a navegar por Internet y sólo 23 minutos al periódico. La lectura de noticias en Internet supera a la prensa escrita en todos los grupos de edad menos en los grupos de personas mayores de 60 años, como era de esperar.
Muchos pensarán que es una funesta tendencia. Personalmente creo que son buenas noticias. Por una parte se consolida Internet como medio para practicar el periodismo. Por otra, los datos me reafirman en mi idea de que no se materializará el vaticinio de la 'canibalización' de los medios convencionales, pues todos los grupos de edad dedican tiempo a todos los medios.
Es más, creo que habrá (de no constreñirse la libertad de expresión en Internet) que acostumbrarse a una sana 'cohabitación' en que cada usuario hará su propio 'mix media'. Y es que cada medio ofrece unas prestaciones singulares que el resto no puede proporcionar.
Los medios convencionales tendrán que acostumbrarse a un extraño fenómeno societal que desconcierta al régimen de sociedad mercantil en que se inscriben la mayoría de ellos. Este fenómeno se condensa en tres palabras o valores típicamente internéticos: libertad, gratuidad y falta de ánimo de lucro.
Esta tríada sería perfecta si se pudiese convertirse en un cuadrado integrando una dimensión tan importante de la comunicación social como es la radical independencia de las fuentes.
Libertad para obtener información, gratuidad de la misma y lo más sorprendente la voluntad de trabajar sin esperar una remuneración de muchos internautas y de hacerlo de manera cooperativa creando comunidades son los pilares que verdaderamente sustentan la cultura internética.
No obstante, no es todo oro lo que reluce en el periodismo digital. La multiplicación de las fuentes puede producir una cierta 'cacofonía' o 'smog informacional' si no se tiene criterio.
La Red no es un sistema víal de autopistas del conocimiento, sino de caminos a veces estrechos y tortuosos hacia el conocimiento. Y además, la publicidad estática y las innumerables 'áreas de servicios' del mercantilismo exhacerbado nos pueden distraer y retrasar la llegada a nuestro destino.
Otro factor igualemnte pertubador es que la Red también permite que todos los grupos tengan en potencia la capacidad de constituirse en comunidades. Y con ello me refiero a las más irracionales y antihumanas (por ejemplo, los terroristas de Al Qaeda, los pederastas, los actividades de marketing piramidal, etc.). Y es que nos guste o no Internet no es coto privado de las 'multitudes inteligentes'.
Añadiré, en passant, que esta posibilidad en modo alguno debe ser un pretexto para el control especial al que se quiere someter a Internet. Si bien estos grupos tienen en Internet un medio excepcional para coordinar sus actividades y fomentar su deleznable ideologías (a veces de la manera más 'gore' posible), su letalidad se materializa siempre fuera de un entorno virtual como es la Red.
Otra de las amenazas que pesan sobre la Red y derivada directamente de sus posibilidades interactivas es el fetichismo, la banalidad, el culto a la propia personalidad. Hay gente que entra en la interacción internética, no con ánimo de ofrecer información, cooperar o participar en proyectos cívicos, sino simplemente por la mera gestualidad, por la infantil diversión que les genera la manipulación hipervinculada de la información.
No quisiera terminar con una nota sombría. Mi postura es optimista: la historia de Internet solo acaba de comenzar.
Al parecer por termino medio dedican 37 minutos al día a navegar por la Red, mientras que dedican 31 a la prensa escrita, según informe del Instituto Nacional de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
Estos promedios quedan aún lejos del tiempo dedicado a la televisión: 3 horas y 31 minutos. Aunque se observa que estamos en un juego de suma cero, pues navegar por Internet roba tiempo de lectura y de 'contemplación'.
Los internautas como es de esperar son sobre todo los adolescentes, que dedican una media de 108 minutos al día a navegar por Internet y sólo 23 minutos al periódico. La lectura de noticias en Internet supera a la prensa escrita en todos los grupos de edad menos en los grupos de personas mayores de 60 años, como era de esperar.
Muchos pensarán que es una funesta tendencia. Personalmente creo que son buenas noticias. Por una parte se consolida Internet como medio para practicar el periodismo. Por otra, los datos me reafirman en mi idea de que no se materializará el vaticinio de la 'canibalización' de los medios convencionales, pues todos los grupos de edad dedican tiempo a todos los medios.
Es más, creo que habrá (de no constreñirse la libertad de expresión en Internet) que acostumbrarse a una sana 'cohabitación' en que cada usuario hará su propio 'mix media'. Y es que cada medio ofrece unas prestaciones singulares que el resto no puede proporcionar.
Los medios convencionales tendrán que acostumbrarse a un extraño fenómeno societal que desconcierta al régimen de sociedad mercantil en que se inscriben la mayoría de ellos. Este fenómeno se condensa en tres palabras o valores típicamente internéticos: libertad, gratuidad y falta de ánimo de lucro.
Esta tríada sería perfecta si se pudiese convertirse en un cuadrado integrando una dimensión tan importante de la comunicación social como es la radical independencia de las fuentes.
Libertad para obtener información, gratuidad de la misma y lo más sorprendente la voluntad de trabajar sin esperar una remuneración de muchos internautas y de hacerlo de manera cooperativa creando comunidades son los pilares que verdaderamente sustentan la cultura internética.
No obstante, no es todo oro lo que reluce en el periodismo digital. La multiplicación de las fuentes puede producir una cierta 'cacofonía' o 'smog informacional' si no se tiene criterio.
La Red no es un sistema víal de autopistas del conocimiento, sino de caminos a veces estrechos y tortuosos hacia el conocimiento. Y además, la publicidad estática y las innumerables 'áreas de servicios' del mercantilismo exhacerbado nos pueden distraer y retrasar la llegada a nuestro destino.
Otro factor igualemnte pertubador es que la Red también permite que todos los grupos tengan en potencia la capacidad de constituirse en comunidades. Y con ello me refiero a las más irracionales y antihumanas (por ejemplo, los terroristas de Al Qaeda, los pederastas, los actividades de marketing piramidal, etc.). Y es que nos guste o no Internet no es coto privado de las 'multitudes inteligentes'.
Añadiré, en passant, que esta posibilidad en modo alguno debe ser un pretexto para el control especial al que se quiere someter a Internet. Si bien estos grupos tienen en Internet un medio excepcional para coordinar sus actividades y fomentar su deleznable ideologías (a veces de la manera más 'gore' posible), su letalidad se materializa siempre fuera de un entorno virtual como es la Red.
Otra de las amenazas que pesan sobre la Red y derivada directamente de sus posibilidades interactivas es el fetichismo, la banalidad, el culto a la propia personalidad. Hay gente que entra en la interacción internética, no con ánimo de ofrecer información, cooperar o participar en proyectos cívicos, sino simplemente por la mera gestualidad, por la infantil diversión que les genera la manipulación hipervinculada de la información.
No quisiera terminar con una nota sombría. Mi postura es optimista: la historia de Internet solo acaba de comenzar.