Cebrián y la respetabilidad y fiabilidad de la prensa digital
Hoy nos cuenta El País que Jose Luis Cebrián, consejero delegado del Grupo PRISA al que pertenece ese medio, abogó por establecer medidas de control en Internet que permitan que la prensa digital sea ‘tan respetable, fiable, creíble y rigurosa como es la prensa de papel”. Sus palabras no pueden más que suscitar preocupación.
Para empezar no creo que pueda afirmarse con tamaña rotundidad que la prensa digital no sea ‘tan respetable, fiable, creíble y rigurosa como la prensa de papel’. No me parece que estos adjetivos puedan describir al 70% de la prensa nacional. El panorama español es desolador al respecto. En Estados Unidos hemos visto como en escasos meses el New York Times o el New York Post tuvieron que pedir disculpas, algunos de ellos por informaciones tan importantes como las armas de destrucción masiva.
Cebrián al parecer desconoce la prensa digital. Tiene en mente algunos ‘confidenciales’ o ‘blogs, que no son más que el volcado en Internet de columnas de opinión. Están en Internet, pero no son productos típicamente internéticos, como la hoja parroquial no es por sí misma un producto periodístico.
No se trata tanto de que per se la prensa escrita sea más rigurosa y fiable que la digital. Lo que realmente importa es que se observen los principios básicos del periodismo en ambos universos.
El País bien podría seguir ejemplos de otros periódicos europeos y aprovechar más las potencialidades inherentes a Internet, como la interactividad. Por ejemplo, en Libération.fr el lector puede interactuar con el periodista al permitírsele la posibilidad de comunicar con el redactor mediante correo electrónico. Este mismo medio incorpora bitácoras de sus periodistas.
La Repubblica.it también incorpora bitácoras de sus periodistas y da espacio para iniciativas ciudadanas. Estos dos medios van convenciéndose paulatinamente que el periodista digital es más un animador de un discurso público que un mediador entre la noticia y el público.
Sin embargo, no dejemos que el árbol no nos deje ver el bosque. Esta rabieta no es más que un pretexto. Lo que molesta a Cebrián y otros que con celo quieren mantener el satutus quo de la prensa y su propiedad es que haya una gran parte de Internet que tenga una utilidad social no comercial.
Cuando se habla de poner controles en Internet hay que temerse que lo que se pretende es apropiarse de un dominio público, de un espacio que es de todos y en el que todos pueden participar, en principio, en igualdad de condiciones. Cuando se habla de controles en Internet cabe entender recortes de libertades y derechos individuales y, por ende, de un encogimiento de la democracia y la autonomía personal. Precisamente cuando Internet puede convertir al ciudadano en fuente de información.
Lo que quieren estos grupos es erigirse es monopolios de autoridad moral, ética, intelectual y política y al mismo tiempo explotar comercialmente Internet sin dejar resquicio a la generación no comercial de una opinión pública, que, en sus designios, es innecesaria, pues son ellos los encargados (previo pago o suscripción) de (con)formarla ante una ciudadanía pasiva.
Para empezar no creo que pueda afirmarse con tamaña rotundidad que la prensa digital no sea ‘tan respetable, fiable, creíble y rigurosa como la prensa de papel’. No me parece que estos adjetivos puedan describir al 70% de la prensa nacional. El panorama español es desolador al respecto. En Estados Unidos hemos visto como en escasos meses el New York Times o el New York Post tuvieron que pedir disculpas, algunos de ellos por informaciones tan importantes como las armas de destrucción masiva.
Cebrián al parecer desconoce la prensa digital. Tiene en mente algunos ‘confidenciales’ o ‘blogs, que no son más que el volcado en Internet de columnas de opinión. Están en Internet, pero no son productos típicamente internéticos, como la hoja parroquial no es por sí misma un producto periodístico.
No se trata tanto de que per se la prensa escrita sea más rigurosa y fiable que la digital. Lo que realmente importa es que se observen los principios básicos del periodismo en ambos universos.
El País bien podría seguir ejemplos de otros periódicos europeos y aprovechar más las potencialidades inherentes a Internet, como la interactividad. Por ejemplo, en Libération.fr el lector puede interactuar con el periodista al permitírsele la posibilidad de comunicar con el redactor mediante correo electrónico. Este mismo medio incorpora bitácoras de sus periodistas.
La Repubblica.it también incorpora bitácoras de sus periodistas y da espacio para iniciativas ciudadanas. Estos dos medios van convenciéndose paulatinamente que el periodista digital es más un animador de un discurso público que un mediador entre la noticia y el público.
Sin embargo, no dejemos que el árbol no nos deje ver el bosque. Esta rabieta no es más que un pretexto. Lo que molesta a Cebrián y otros que con celo quieren mantener el satutus quo de la prensa y su propiedad es que haya una gran parte de Internet que tenga una utilidad social no comercial.
Cuando se habla de poner controles en Internet hay que temerse que lo que se pretende es apropiarse de un dominio público, de un espacio que es de todos y en el que todos pueden participar, en principio, en igualdad de condiciones. Cuando se habla de controles en Internet cabe entender recortes de libertades y derechos individuales y, por ende, de un encogimiento de la democracia y la autonomía personal. Precisamente cuando Internet puede convertir al ciudadano en fuente de información.
Lo que quieren estos grupos es erigirse es monopolios de autoridad moral, ética, intelectual y política y al mismo tiempo explotar comercialmente Internet sin dejar resquicio a la generación no comercial de una opinión pública, que, en sus designios, es innecesaria, pues son ellos los encargados (previo pago o suscripción) de (con)formarla ante una ciudadanía pasiva.