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25.7.04

El hipertexto una nueva oportunidad (¿ética?) para el periodismo

Las características principales que se señalan cuando se habla del hipertexto son cuatro: lectura no secuencial, interactividad entre usuario y texto, disolución de los roles tradicionales de autor-lector y estructura reticular y descentrada de los contenidos.

El hipertexto implica una escritura no secuencial, porque se incorporan múltiples enlaces, que son informativos y además pensados para la participación activa del lector, que puede elegir distintas vías y alcances para explorar el texto-información.

Si bien el hipertexto presenta ciertas desventajas como el aumento del tiempo de lectura, la no normalización convencional de su uso, la falta de perdurabilidad de algunos de los elementos que conforman el texto hipertextualizado, con su correcta utilización como recurso redacción periodística, la información de un medio digital puede librarse, por un lado, de la redundancia y previsibilidad que acarrea la pirámide invertida —pues con ella la noticia se configura como una sucesiva amplificación de datos, sin lugar para la intriga—, y puede adquirir, en cambio, el tratamiento informativo y estructural del que en buena medida adolecen los medios impresos. 

Gracias al hipertexto, por ejemplo, ya no es obligatorio incorporar en el cuerpo de la noticia pasajes documentales (aclaración de unas siglas hasta, por ejemplo, pasajes biográficos de personas mencionadas en el texto o piezas contextualizadoras de varios aspectos de la información). Un enlace hipertextual externo permite ampliar, aclarar o relacionar cualquier dato por medio de nuevos textos o recursos infográficos o cortes de audio o vídeo de declaraciones, conferencias, intervenciones o discursos.

Así, lector tiene la posibilidad de disponer de una información contextualizada y que puede ampliar y, al mismo tiempo, le evita leer los pasajes que frenan y entorpecen  la lectura.

El trabajo hipertextual exige una renovación en los modos de estructurar y escribir la información. La novedad principal que acarrea el hipertexto estriba en que al redactar la noticia, el periodista debe ser mucho más consciente de los elementos informativos que la conforman.

Debe ser aún más cuidadoso en determinar entre, por ejemplo, la información de última hora y la información de contextualización, el soporte —textual, gráfico o sonoro— que será más idóneo para informar de cada uno de los elementos del artículo o noticia. En resumen, la organización hipertextual de la información obliga al periodista a realizar un mayor esfuerzo de selección y jerarquía de los elementos de la información, funciones que son las que precisamente dan su carta de naturaleza al periodismo.

 

El hipertexto no sólo remite a otros espacios y tiempos sino que, además añade, nuevas dimensiones y una de ellas es la incorporación del trabajo del lector: la interactividad. Sin el hipertexto, el periodista-relator era quien definía el texto cerrándolo con el contenido que él creía necesario sin dar oportunidad al cambio. El lector era la persona que leía el texto sin poder dar ningún tipo de opinión ni replica sobre éste. El hipertexto va a disolver esta tradicional separación de funciones, pues el hipertexto va a permitir la interactividad del lector con el texto, eligiendo o no los enlaces o incluso interpelando al autor. Es el paso del relato a la conversación.

 
Los múltiples enlaces difuminan fronteras entre textos individuales y sorprendentemente la del lector y autor en cuanto autoridad, esto es, fuente autorizada. Como dice Landow “crea un texto que existe con una independencia mucho menor respecto a los comentarios, analogías y tradiciones que el texto impreso”.

Estas características hacen que estemos ante un fenómeno textual que trasciende las fronteras del texto escrito para adentrarnos en un fenómeno de mayor complejidad; en primer lugar, por la estructura descentralizada (no basada en el eje del autor), en los diferentes espacios, tiempos y voces, sino también en los propios materiales (o plataformas) utilizadas, y mayor complejidad también porque lo comunicado no se infiere únicamente del texto escrito sino en la conjugación y declinación de todos los elementos en el entorno bastardo de los distintos lenguajes que se utilizan.

El periodista se convierte en una especie de ‘metteur-en-scene’ o director de cine. Ya no se trata de escribir o cubrir gráficamente una información, sino de ‘montar’ (en el sentido cinemátográfico del termino) una información.

El texto hipertextualizado es pues abierto como afirma Derrida e interpretable por la participación del lector, aunque su grado de apertura e interpretabilidad está limitado precisamente por la forma en que el periodista ´crea´ esa topología textual – que es más que un texto, pues le añade nuevas dimensiones.

El hipertexto impone pues otra forma de relacionarse entre el autor y el lector. Aquél pierde en apariencia ‘autoritas’ para ganar cercanía  con el lector y adoptar una relación más equilibrada, como la de contertulios  y no la de maestro y discípulo.

Sin embargo, esta cambio de escenario en nada puede mermar la existencia y calidad del discurso que el periodista digital puede enunciar más que anunciar en un espacio textual hipertextualizado como puede ser una información periodística digital.
 Es evidente que la escritura hipertextual por su estructura entraña renovar los modos de escritura. Sin embargo, debería utilizarse su advenimiento como una oportunidad de enriquecer el discurso personal y el discurso público, que en última instancia es la finalidad de esta profesión.